Por Amparo Blay Alabarta
Justificar la violencia, cualquier atisbo de ella, nos lleva a convertirnos en seres sin valores, zombies sin alma ni escrúpulos. Por eso, ha llamado tanto la atención las declaraciones de cierto alcalde en referencia al terrorismo callejero que está sufriendo Cataluña y más en concreto la ciudad de Barcelona.
Aprobar que para conseguir algo hay que quemar contenedores, romper escaparates, robar y agredir a las fuerzas del orden, indica un espíritu ruin, miserable donde “el todo vale” se entremezcla con un deseo de venganza y un rencor oculto durante muchos años.
Uno espera de un cargo público que esté siempre de parte de la ley y nos extraña que en momentos muy duros no sea así. Porque entonces ¿qué podemos esperar de esa persona si esos disturbios se trasladan a la ciudad que dice gobernar?
Nos sentimos seguros en la medida en que sabemos que cuando todo se descontrole y los esbirros descerebrados, pagados por oscuros intereses salgan a la calle a destruir, aquel que ejerce la autoridad los frene con todas las herramientas a su alcance, es más exigimos que paguen los desperfectos y si son menores que lo hagan sus padres.
España cuenta desgraciadamente con jóvenes violentos actuando impunemente en el País Vasco, desde hace muchos años, de aquellos barros estos lodos y ahora son guerrillas urbanas muy bien entrenadas para las que incluso matar, no es problema.
Y lo peor es que muchos miran hacia otro lado, consienten estos actos vandálicos, incluso los jalean en algunas televisiones manchando el cargo público que ostentan y llenando de vergüenza ajena a todos nosotros. ¿Donde ha quedado la educación en valores, las luchas pacíficas tan llenas de razón que hacían cambiar a todo un país?
Hoy aceptamos que dirigentes contrarios a la Constitución Española permanezcan sentados frente a sus televisores mientras España arde por los cuatro costados, mercenarios de poderes en la sombra, gente que solo aspira a enriquecerse y que el concepto de nación les viene muy grande.
Los ciudadanos pensamos que vivimos en un mundo feliz y no es así, lo acabamos de comprobar, cuando indefensos hemos sido sometidos a un experimento genocida que se ha llevado por delante a los más débiles ancianos y personas con patologías previas, nos siguen utilizando de conejillos de indias con aquella famosa frase “el socialismo te romperá las piernas y luego te ofrecerá las muletas”.
En un mundo globalizado e idiotizado las fuerzas del mal campan a sus anchas, mientras la ciudadanía es entretenida con programas degradantes en la caja boba.
España está fracturada en diecisiete reinos de taifas con un gobierno central mentiroso e inútil, incapaz de gestionar los problemas graves que padecemos, cediendo competencias, cometiendo infamias, mientras los ciudadanos decentes nos preguntamos ¿cómo hemos llegado a esto?
Y lo peor es que sabemos que estamos en sus manos, que nos están arrebatando la libertad que conseguimos a sangre y fuego, que nos quieren débiles y divididos, el todos contra todos, divide y vencerás.
Ante este panorama donde los cargos públicos defienden la violencia callejera y lo hacen con la soberbia y la prepotencia de ciertos alcaldes cargados de odio, lo único que nos queda es resistir, plantar cara, decir que no y tomar las calles de forma pacífica pero con paso firme. Ningún derecho se ganó fácilmente y lo de ahora no va a ser un camino de rosas.
Quitarnos de encima esa indolencia malsana, la pereza de que luche otro, el miedo tan peligroso que inmoviliza y permanecer unidos, frente a un enemigo que no vemos pero que sabemos que acecha en la oscuridad.
No permitir que nos usen y nos tiren como juguetes rotos, apoyarnos unos en otros, recoger el testigo de los que ya están exhaustos porque llevan peleando toda la vida. Sacudirnos esa sensación de fracaso y pelear por lo que es nuestro.
Y al cargo público que alienta la violencia, llevarlo ante un tribunal, que su crimen no quede impune, que sirva de ejemplo de lo que jamás debe ser un político, porque si les confiamos vida y hacienda, al menos que no sea a un aprendiz de matón.
El mundo ya no será lo mismo, lleno de incertidumbre nos muestra una cara amarga, si me apuras asesina buscando presas fáciles, debemos proteger al débil porque van a por él y luego a por nosotros, nadie está a salvo de la ferocidad de grupos que lo quieren dominar.
De nada nos servirá escondernos, o les plantamos cara o asumimos la derrota mientras nos colocan las cadenas, de nosotros depende, la lucha será sin cuartel y al enemigo ni agua.
Nada está escrito, la historia la hacemos a medida que la vamos viviendo, quizás estamos perdiendo batallas pero aún no hemos perdido la guerra.
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