Después de la inquietante demostración de lo que Colombia puede ser bajo el régimen de la extrema izquierda, que todos pudimos palpar durante las protestas de los últimos meses, la inminente caída del país en las garras comunistas genera un temor y una incertidumbre general.
Al Gobierno parece no interesarle el tema, pues continúa tan campante hablando de temas baladíes, sin interesarse, por ejemplo, en el asesinato de más de un centenar de soldados y policías en lo que va corrido de este año, o en el avance imparable de la producción y exportación de cocaína, o en el cumplimiento riguroso de las etapas ordenadas por el Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla para la toma del poder por parte de la revolución marxista.
La miríada de precandidatos a la Presidencia provenientes de los partidos y grupos de “centro izquierda”, “centro derecha” o “centro centro” (que no sabemos lo que significa) nada aporta para detener eficazmente la carrera hacia el poder de la izquierda radical con el apoyo de la guerrilla y el narcotráfico. Están ensimismados en la búsqueda de coaliciones que les permitan satisfacer sus aspiraciones personales.
Frente al tema del humillante acuerdo Santos-Timochenko pasan de agache con el argumento de que “debemos superar la discusión del SÍ y el No”, o que ”lo que está en las normas y en la Constitución lo tenemos que cumplir.” Olvidan que el tal pacto no nació a la vida jurídica, pues le faltó un requisito sine qua non: la refrendación popular del pueblo soberano en el plebiscito. Y que, merced a las concesiones otorgadas en ese engendro jurídico, se han fortalecido la subversión, la anarquía y la infiltración del socialismo en todos los estamentos de nuestra sociedad.
Parlotean sobre la reactivación económica cuando ni siquiera sabemos si existirá la libre empresa, el respeto a la propiedad privada o el ejercicio de la democracia bajo el yugo del totalitarismo socialista que nos anuncian.
Con perdón de tan ilustres representantes de la clase política, ya sus discursos carecen de credibilidad y, además, no traen claridad sobre la principal amenaza que se cierne sobre nuestra Patria. Siguen en la “Patria boba”, aferrados a defender lo “políticamente correcto” para no perder un solo voto, a hundirse con un desprestigiado y débil gobierno, a exponer críticas teóricas en las que nadie cree (No lo digo yo, lo afirman las encuestas).
Por ello, los colombianos que no salimos a las marchas (que somos el 97%), los que cada 4 años somos engañados por los promeseros de siempre, los que llevamos años esperando que se cambien las estructuras del clientelismo y de la corrupción, decidimos ir por el poder para poner orden en casa. No más de lo mismo. Queremos un país donde se respete la voluntad del pueblo soberano; que haya una verdadera Justicia; que se castigue el delito y se persiga la violencia; que se garantice el primero de los derechos humanos, el de la vida; que se elimine la corrupción y se reduzca drásticamente el tamaño y el costo del Estado; que se devuelva al pueblo el robo del plebiscito; que los 150 billones que cuesta alimentar ese monstruo del acuerdo con las Farc, se destinen a reactivar la Economía, generar empleo y ayudar a los más vulnerables.
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