Lo cierto es que, probablemente, uno se equivoca muchas veces, pues opinamos sobre casi todo y nuestros conocimientos son muy limitados en gran parte de materias que se manejan cuando intentamos emitir juicios sobre temas políticos, o no políticos, que la medida es la misma para todo. Cosa que está muy generalizada, pues desde lugares como pueden ser la presidencia del Gobierno, pasando por sus edecanes, y continuando toda la cascada hasta llegar al pueblo en el que nos hallamos, la cuasi ignorancia anida en demasía. Lástima es que, en las ruedas de entendidos que tanto abundan en estos tiempos por radios y televisiones, estén siempre los mismos correveidiles, algunos más letrados, muchos habladores que no tienen la más ligera idea del tema que comentan pues sus estudios no han pasado del diploma de Graduado de EGB, si es que lo tienen, chillones de ambos sexos que desconocen los antecedentes de la cuestión en candelero, y, por supuesto, muchos iletrados a los que repelen los libros en los que se pueden documentar para hablar con algún conocimiento. Por el contrario, son pocos los profesores que aparecen en esas tertulias, escasos los catedráticos, contadísimos los que intelectualmente se dedican a la política y cada una de las ramas del saber y que conviene, al menos, den su opinión sobre los asuntos de la economía, la enseñanza, la cultura, la política en sí, la literatura, y todo el amplio campo en el que ha de basarse el buen gobierno para que los asuntos de la res-pública no anden desmadejados y en manos de ignorantes.
Nos hemos alargado un poco para que quede claro que en la intención de lo que queremos decir solo se encuentra la levedad del conocimiento que tenemos sobre muchos temas aunque nos parezca que es de cajón lo que decimos o manifiestan infinidad de colegas con los que convivimos a diario y que muestran su disgusto sobre actos o comportamientos que no consideran ni justos ni normales. En ese caso está la mascarada de los últimos días que declara se puedan presentar, e incluso ser elegidos, determinados individuos que atentan casi a diario contra las leyes que nos rigen a todos los españoles, que se encuentran en prisión preventiva o están procesados por hechos delictivos, que han huido del país por ser merecedores de ser encausados por la justicia con lo que demuestran su falta de honor y cobardía hasta el punto de salir corriendo o, lo que es lo mismo, escondidos en el maletero del coche, etc. Con el agravante de que, como se hallan bien situados en cargos públicos a pesar de no poder ejercerlos, reciben generosos emolumentos con los que viven mucho mejor que los la gran mayoría de españoles, incluso que los listos que desarrollan su actividad en la empresa privada, en los centros de investigación, en la justicia, la milicia, la enseñanza, etc.
El tejemaneje habido en la Junta Electoral, el Tribunal Constitucional y los demás Tribunales que han participado en que esa patalea de eminentes personajes, probablemente responda a lo que dicen o quieren decir las leyes, pero los que vivimos en el foro de la calle y deseamos que nuestros representantes sean personas con conocimientos y honestidad probada, pensamos que de ninguna forma se puede, mientras no se demuestre lo contrario, considerar equipados con esas virtudes a los individuos a los que hacemos referencia, y por lo tanto «en activo» para ejercer el cargo para el que fueron elegidos, razón suficiente para que nos neguemos a mantener su rumbosa vida con nuestras aportaciones a través de la hacienda pública. Más cosas se nos ocurren al respecto, pero por el momento estas son suficientes.
Indignados por estos desequilibrios en lo que cabe considerar injusto adonde las leyes pueden llevar –que también ellas pueden ser injustas, y en muchas ocasiones lo son–, salimos a ese foro que es la calle, donde las verdades y mentiras se distribuyen por mitades, a escuchar lo que comentan nuestros paisanos. Y lo hacemos acompañados de un botijo con curiosa decoración, de autor desconocido, como la mayoría de estas piezas, y que no sabemos si nos quiere decir que tengamos cuidado de los taimados, o que nos dejemos acariciar como a los gatos les gusta.